lunes, 6 de julio de 2015

LAUDATO SI: Sobre la casa comun (oikos = eco) entre la eco-nomia y la eco-logia



SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMUN
Hector Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA

1. De la Laudato, Sí. El Papa Francisco acaba de publicar una muy completa carta encíclica que comienza  con palabras de “alabanza al  Señor” , que eso significa LAUDATO, SI’. Con  este nombre pasará a ser recordada de aquí en adelante. Sin embargo no es esta  una alabanza general sino una específica. Lo aclara el santo Padre en sus primeras palabras al decir: « Alabado seas, mi Señor », cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico – agrega - nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una ma­dre bella que nos acoge entre sus brazos.
Destacar la hermandad  entre todo lo creado por Dios es el nervio de esta encíclica. Y Francisco con sobrada razón y múltiples motivos nos lo recuerda  en un tiempo como el  actual en que los más variados conflictos se dan entre los hombres, entre las sociedades que ellos forman y de ambos a su manera con  la naturaleza, hermana y madre a la vez de todos nosotros. Vale la pena reescribir aquí el título completo de la encíclica LAUDATO SI’ del santo padre Francisco “Sobre el Cuidado de la Casa Común”.

2. El cuidado de la  “casa común” es cosa importante.  Para todo lo creado;  pero es decisiva para la constitución de la sociedad humana, de cuya constitución  depende la posibilidad y perfeccionamiento que en este mundo ha de lograr  la vida de todos y cada individuo como tal. El
Papa Francisco trata varios temas para atender al cuidado de la “casa común”. Nosotros – a los efectos de comprender y poner  de relieve el vasto alcance del mensaje del Santo Padre  nos detendremos en dos principales parágrafos de la encíclica  en cuanto se refiere  a la cuestión de la oikonomía necesaria y adecuada al ser humano.  Es de gran significación nosotros por dos razones: 1) Porque los argentinos una vez hemos ensayado ,  al comienzo de la gestación de  nuestra patria,  un modo de lograrlo: la Ley de Enfiteusis de 1826. Primera en el  mundo moderno sobre este delicado asunto ,  plenamente ajustada a la moral cristiana y creada para regir las relaciones de los hombres entre sí sobre la base de una recta relación de todos ellos con el don de Dios, la tierra.  2) Porque aquel impulso fundacional, inspirado por sentimientos semejantes al de Francisco, adquirió valor de norma fundamental en la Constitucion de 1853/60, aun vigente  en este punto esencial .

3. Del trato al oikos. En griego la palabra griega oikos significa “casa”, y ha sido raíz de varios sustantivos compuestos. Aristóteles la  usó en la voz “oikonomia” para exponer sobre la “administración de la casa” doméstica. Al promediar el Siglo XVIII los fisiócratas franceses – inspiradores de nuestros patriotas de Mayo - echaron los cimientos para una nueva ley  a fin de constituir un buen orden social sobre la base de una efectiva  la casa común. El gran cambio consistió en dejar de atender a  la “casa doméstica” para dedicar el esfuerzo  a inventar  cómo debía ser   “la casa de un pueblo” para que fuera la casa igual para todos sus hijos presentes y por venir.  Habriamos de ser una  sociedad plural, con múltiple contenidos e intereses , acotada por una singular fuerza espiritual en la tarea de usar los  recursos naturales  de este mundo. Por el Siglo XVI  emergieron los países políticamente soberanos.   La “casa” se había ampliado.  Eran necesarios  nuevos conocimientos para dictar las “normas” (nomos) a seguir para mantenerla arreglada. Era menester  contar con el  saber adecuado para mantener el orden en la nueva casa. Un saber antes dado por sabido – aquello que se hace porque es lo que siempre se ha hecho  - habría de ser reemplazado por un nuevo saber:  pensado sobre principios y realidades.  
Este nuevo saber fruto del alma conciente que emerge desde el Siglo XVIII ,  recibió el nombre de “economía política” . Se trataba de contar con un conocimiento adecuado para ordenar la  nueva y amplia casa: la polis moderna, constituida por  una sociedad heterogénea y pluralista. A partir de este nuevo saber objetivo   sería posible – ante los variables  problemas prácticos de la vida social -  diseñar para cada momento y lugar  la adecuada solución. Al conocimiento modélico de la economía de las sociedades humanas (economía politica clasica ) le siguió la exposición de las reglas del arte para la marcha de una buena economia para la sociedad. Este arte de base cientifica fue la   “política económica”

3. Del conocimiento para el uso del  oikos . A comienzos del siglo  XX el hombre no había despegado de la superficie terrestre, ni descubierto siquiera la inmensa  amplitud de la “casa del hombre”. Cada pueblo arreglaba su casa sin más preocupación que la tenida por los intereses de la suya propia, ignorando los de la casa ajena  cuando no lucrando de ellas.  Esta despreocupación por la suerte de  la casa ajena y la extrema preocupación por la propia  habría de teñir de sangre a la modernidad durante los siglo XIX y XX.  Las cruentas  guerras mundiales ocurridas en éstos siglos  y los genocidios cometidos en el último fueron en alto grado consecuencias de un cambio sobre el  grado el contenido de la   “economia politica” y la técnica de ella derivada, la política económica. Un arrasador espíritu materialista cambió su sentido,  sus métodos  y sus fines, a tal punto  que llevó al cambio mismo de su nombre. De conocimiento para actuar conforme a los designios de Dios para con la naturaleza y los  hombres en este mundo material , pasó a ser una ciencia positiva en vista a fines concretos ajenos a la posición del hombre en el Cosmos.  A semejanza de las ciencias de la naturaleza su fin sería el conocimiento  para construir un nuevo oikos para el hombre. El modelo materialista desarrollado con gran éxito por las ciencias de lo físico material , ocupadas de todo aquello que se puede medir, pesar y contar,  impactó en el campo de la economía humana . La economía política como saber fue desplazada por  una ciencia de la economía, en la que medir , contar y calcular matemáticamente el porvenir  fue a partir de comienzos del Siglo XX su talante dominante. 

4. La reacción contra la visón estrecha. Las  graves dificultades emergentes y el cada vez más visible  peligro de la provocación de  desordenes  generó a partir de mediados del Siglo XX un impulso  destinado  precisar más y mejor los “derechos” de cada habitante y de cada sociedad como así también la importancia de reconocer las  “obligaciones”  ante Dios como rector de la evolución  tenida en vista por el Creador. Esta toma creciente de conciencia  ha puesto en primera linea  la necesidad de prestar atención a la comun responsabilidad  acerca de cómo ordenar la   “casa”, esta vez no solo de una nacion sino la del conjunto formado por la “casa de todos “. No solo de todos los hombres sino la de ellos y la de todos los seres vivientes en  la Tierra.  Y no solo para aquí y ahora sino para un indiscernible pero prolongado futuro.

5. Necesitamos un nuevo saber.  Comenzó entonces a cobrar fuerza la necesidad de otra mirada.  La necesidad de meditar sobre el orden social que los hombres han de formar para satisfacer las ineludibles necesidades materiales que su condición física les demanda. Este sentimiento y toma de conciencia  sobre la irrenunciable responsabilidad del hombre presentó la necesidad de reemplazar la noción de “economía” por la de “ecología”. Con este cambio se reconoce la insuficiencia que importa el solo dictar normas  (nomos) para construir nuestra casa – nacional o mundial. Que es necesario ahondar  para revelar  “la lógica real”  imperante en  la casa con que nos donara Dios.   El oicos es nuestra casa. Sabemos que de ella  hemos de vivir. Mas lo que ahora sabemos (o recordamos haber sabido ) es que este oikos es la casa de todo ser viviente de la Creación y que – por mandato de Dios – no solo hemos de vivir en y de ella , sino que lo hemos de hacerlo de manera que la Creación siga el curso pensado por Dios.  No solo se nos ha dado esta casa para vivir sino que se nos ha hecho custodios de ella, para todo hombre por venir y para todo ser viviente que por obra de la Creación se nos ha confiado.  Somos   los novísimos colaboradores de la obra del Dios de  la Creación. Esta nueva visión impulsa  al desarrollo de un nuevo saber , al que se ha denominado  “ecología”. Sin embargo  se cometería un  error si se pretende separar de este conocimiento al conocimiento “económico”. Aquél no ha de ignorar a  éste y éste debe incluir a aquél. Un  buen y  acertado orden ecológico solo puede desarrollarse a partir un mejor conocimiento del orden económico humano. Del que por causa de las necesidades materiales  es y el que por causa de la libertad individual debe ser.

6. La Constitución nacional argentina. Nuestra Constitución política fue lograda tras duros conflictos internos. Un largo  período de guerras intestinas (1810-1851)  precedió al establecimiento de los criterios que como cimientos necesitaba la construcción de  “casa común de los argentinos”. El Preámbulo de esta Constitución es tan terminante como ignorado. Declara: 1) que la Constitución fue dictada “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia” y 2) que lo fue no solo para los escasos habitantes de entonces sino “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Unidos ambos compromisos, era de esperar que nuestro país fuera, como de hecho logró serlo por un corto tiempo (1860/1910) , la tierra de leche y miel, réplica de la “Tierra prometida” , para millones de exiliados de su patria deseosas de vivir libres y de su trabajo, todos fraternalmente.

7. La transacción del Código Civil. Nuestra historia social a partir de mediados del siglo XX, muestra que no hemos acertado en la tarea de actualizar lo  ordenado por nuestra Constitución. Para construir la “casa común” ella dispone empezar por construir “los cimientos para una nueva sociedad”: tierra para trabajar y voluntad para trabajarla.  Con ese fin ordenó se dictara la ley que hiciera viable ambos objetivos: un Código Civil. En cumplimiento formal de ese mandato  en 1870 fue puesto en vigencia el actual Código Civil. Debía asegurar un idéntico derecho de acceso a la tierra, don de Dios, a favor de todos aquellos que  habitaran nuestro país para vivir de su trabajo. Norma no solo para todas aquellas personas invitadas a poblar el país sino también para quienes ya eran residentes. Este mandato constitucional  tropezó con la materia social existente:  la realidad social preconstituida.  El autor del Código salvó los intereses encontrados  entre los residentes y los inmigrantes. Inventó  una transacción legal entre los intereses de los ya propietarios en tierras y el interés de cada uno de los que arribaran al país deseando tierra para vivir de su trabajo. La “casa fue dramáticamente dividida”. Al cumplirse el primer Centenario  ( 1910),  más allá de los conflictos sociales secundarios de este desvío ocurrió uno principal: “la casa argentina fue muy  dividida”. Una consecuencia del  desvío  de los mandatos judeo-cristianos  fue la emergencia de un conflicto radical . Cristo  nos había advertido que “Si un reino está divido contra si mismo, no puede perdurar” (Mc.3:24) y  repitió de modo claro  que “Si una casa esta dividida contra si misma, tal casa no puede perdurar” (Mc. 3:25 y Mt. 12:25). Toda vez que la tierra es la casa material de la vida humana para todos en  este mundo el nomos legal que se dicte ha de  asegurar el divino derecho de igual acceso a la tierra para todos y cada uno facilitando de mil modos  el concreto acceso  a ella  para vivir y trabajar.  La ley positiva  que cada sociedad se dicte para sí con ese fin puede fracasar y con ello obstaculizar  para la mayoría de los hombres el acceso al otro mundo que Dios previó en cumplimiento de su arcana decisión (Apocalipsis 7:4). Elo Códigop Civil, sin proposito para  ello, nos puso en la senda que conduce al Apocalipsis social: los constantes conflictos civiles. Conflictos que no solo se incrementan sino que degeneran a todos los demas órdenes de la vida social. Al trabajo no sigue la riqueza de los trabajadores; a la democracia politica no sigue el gobierno del pueblo; a la enseñanza pública no sigue la cultura. 

8. La sabiduría de los relatos bíblicos en la epístola de Fracisco . El El Papa Francisco  en la encíclica que comentamos nos estimula de manera directa a reflexionar sobre estas cuestiones básicas del orden social. Valen  para más de 40 millones de argentinos que hoy pueblan a escasa parte de nuestra vastísimo territorio  y para otro tanto igual que, sin dificultad,  podrían ya vivir en nuestra “casa”. El Santo Padre expone esas cuestiones  en dos secciones separadas: una rememorando “La sabiduría de los relatos bíblicos” (parágrafos 67/73) y la otra titulada “Destino común  de los bienes” (parágrafos 93/95). Nos permitiremos hacer un breve comentario sobre ambas. La primera sección contiene sustancialmente lo proveniente de las revelaciones de Dios al pueblo hebreo,  registradas en el Antiguo Testamento. Son de un valor incalculable para los cristianos, si tenemos presente – como hemos de tener – que Dios dispuso que nuestro Señor Jesucristo naciera en ese pueblo. Francisco comienza el párrafo 63 con esta tajante afirmación: “No somos Dios”. Afirmación sorprendente por lo obvia, pero que cobra un enorme sentido por la que le sigue: “La tierra nos precede y nos ha sido dada”. ¡Que enorme verdad y que oscurecida ha llegado a ser  en la época actual, pues pocos  parecen  recordarlo! La meditada lectura del Génesis da cuenta del proceso de la Creación y en ella consta con meridiana claridad que no solo la tierra precedió a todo lo viviente, sino que el hombre fue la creación más tardía de Dios. No se trata solo una cuestión de precedencia temporal sino del radical cambio en el contenido de la Creación de Dios. La Creación del mundo físico fue lo primero; todo lo viviente fue creado después (Génesis 1:26 y 1:27) . A pesar de la espléndida grandeza de esta obra divina,  sobresale de modo harto singular que ella remate en la creación del hombre. Este acto no fue otro simple ejercicio del Supremo poder. Fue la puesta en existencia  de  un ser absolutamente nuevo con un  sentido universal a cumplirse tras su devenir en la tierra. Dice el Antiguo Testamento: “Entonces dijo Dios: Hagamos el hombre a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). No creaba Dios un ser más en la ya vasta creación. Creaba un ser viviente para que “señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra y en todo animal que se arrastre sobre  la tierra” (Génesis 1:26) .Con tal propósito, entre otros profundos,   vino la mayor novedad: “Y creo Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).  Lejos de ser un acto ocasional fue la concreción de  una ignota finalidad divina. Tras crear al hombre y la mujer  narra la Biblia:  “Y los bendijo Dios y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar , en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). Por este mandato los humanos somos, entre otras finalidades,  curadores de todo lo existente y esta función – que entraña la obligación de aprender a ejercerla -  nos carga con una responsabilidad que no siempre se ha apreciado en su justa medida. La emergencia de la ecología, como superadora de la economía, es una de las pruebas testigo de este largo pero aun no finalizado aprendizaje.

9. El Antiguo Israel versus la Antigua Roma. A manera de prueba que vivimos en este mundo  en constante aprendizaje para llegar a ser lo que en ocultos designios el Señor ha dispuesto,  conviene repasar una y otra vez el pasaje del Antiguo Testamento que da cuenta de la conducta fraticida de Caín  y la ingenua pregunta – que a modo de respuesta  formula a Jehová. Luego de haber salido juntos Abel y Caín al campo, y tras haber matado  a su hermano, aparece el Señor y tiene lugar este  diálogo: “Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y éste respondió:  No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (Génesis 4:9) . Es lícito pensar que Caín no tenia idea ni los sentimientos de hermandad en el sentido con que Cristo con su actuar nos ilustrara mucho más tarde.  Aun hoy una amplia mayoría de  personas no se interesa lo bastante por sus hermanos en el sentido cristiano. La evolución de la humanidad no es pareja. Lo muestran, entre muchos otros casos,  las diferentes sendas seguidas por dos pueblos tan diversos como contemporáneos:  el de la Antigua Roma y el Antiguo Israel. Con la salida del pueblo hebreo de Egipto no ocurrió su inmediata  liberación moral. Fue necesario que Jehová le hiciera conocer a Moisés los mandamientos sagrados  a los cuales los hebreos deberían ceñir sus vidas, la individual y la social . Lo aprendieron de a poco en un constante peregrinar  que demandó cuarenta años en inhóspito desierto.   Recién entonces, tras alcanzar el nuevo nivel moral superior  les fue abierto el paso  a la “tierra prometida” como pueblo de Dios. La historia del perfeccionamiento humano continuó.  Otro largo periodo habría de transcurrir hasta que el pueblo elegido por Dios ofreciera las condiciones requeridas para ser sede del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Dios lo envió a ese preciso pueblo, de los muchos existentes en nuestra tierra ,  para que allí naciera como hombre y que con su obra continuara la educación del “pueblo elegido” y de él partieran  quienes habrían de predicar  un  nuevo y radical mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:40). Había que penetrar en el corazón de unos pocos  hombres para que salieran a predicarlo entre sus hermanos y a la humanidad entera en bien del mundo todo. 
10. Condiciones para ejercer el amor al prójimo. El amor al prójimo  – principal mandamiento cristiano -  ha de ser ejercido como mandato de Dios; pero su efectivo ejercicio demanda cambios en las condiciones de vida.  De las propias de cada individuo y de las condiciones sociales de la sociedad. El orden social es el habitat, necesario para que  cada persona como exclusivo individuo pueda cumplir su destino individual. Para lograr este individual destino  no cualquier forma de orden social es útil. El orden necesario para continuar el desarrollo y perfeccionamiento de cada  hombre como individuo  demanda, entre otras cosas,  la  existencia de un derecho positivo especial. Uno cuya base principal primera consista en  asegurar a todos como grupo y a cada uno de sus miembros como individuo único la posibilidad de gozar de un idéntico derecho a la tierra. Este básico  derecho a la tierra nos fue dado por Dios como condición de vida desde la Creación (Levítico: 25:23) ; pero su especificación concreta en este mundo demanda que cada sociedad humana dicte para sí y para sus miembros leyes positivas  que  pongan en blanco sobre negro los derechos de los individuos  y los de la sociedad sobre ese don de Dios, la tierra. Esta doble necesidad nos genera una gran responsabilidad ante Dios. 
11. De la originaria necesidad del derecho. Toda sociedad debe  dictar y practicar un  derecho objetivo que concilie el beneficio general con los derechos subjetivos de cada individuo y el derecho subjetivo de cada conjunto que se forma en la sociedad. Dice el Papa Francisco que muchas interpretaciones incorrectas han hechos los hombres en esta materia. Nos recomienda,   para lograr la ley positiva correcta,  estar atentos  a la “relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza”. Con toda modestia, nos atrevemos a glosar esa feliz idea, explicitando su vasto alcance:   igual relación de reciprocidad debe existir entre todos los hombres como personas. Continúa afirmando Francisco:  “Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras” (Parágrafo 67). Este es en la actualidad asunto de la más grave urgencia y lo ha de resolver toda sociedad que pretenda  ser el amable hogar  para hombres libres,  quienes tratados en un pie de igualdad, puedan  cumplir con el divino mandato de fraternidad. Es un problema crucial cuando se “constituye”  formalmente toda sociedad humana. Nuestra Constitución 1853/60 ha acatado esa exigencia. Pero no es menos crucial que a lo largo  del curso de la vida de toda sociedad ella cobre efectiva vigencia. La ley positiva que se dicta al servicios de turbios intereses obra en contra de la salud social y la de sus miembros.  Hemos de prestar mucha atención a los emergentes conflictos de cada día para evitar que en miras a su inmediata solución, nos aparten de la recta Constitución que hemos de mantener. Dice Francisco: “Hoy creyentes o no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos”. “Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente , todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados”. Nuestro deber como ciudadanos es actuar para que ese mandato moral sea realidad aprovechando la actual ley civil. Para este resultado se requiere la inmediata sustitución del actual del sistema legal de impuestos por otro que recaude de los dueños de la tierra la renta del valor real de mercado que ella cobre anualmente , pues este valor – que4 no tiene en cuenta las mejoras - es el “capital social” producido por al trabajo de toda la sociedad y cuyo destino es pagar el gasto público. 

12. Debemos asumir el reto de Francisco. El valioso pensamiento central de la encíclica nos congratula y estimula  para seguir adelante en la investigación que estamos empeñados. Al mismo tiempo, la valiente actitud del Santo Padre al tratar esta cuestión y exponerla  urbi et orbe , nos anima a hacer un respetuoso comentario a título de glosa. Pensamos que para nuestro país es de absoluta necesidad que los hombres de estudio  profundicen en estas cuestiones. Necesitamos renovar nuestro derecho positivo  para un mejor desarrollo social al servicio del hombre con fortalecimiento de la fraternidad cristiana. Francisco reproduce las palabras de Juan Pablo II, escribiendo: “Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes”. La evolución histórica ha hecho que el derecho sobre la tierra , primer recurso de vida, permanezca acantonado en los límites de la soberanía política de cada Estado nacional. Sin perjuicio de apuntar a una creciente universalización de la cuestión, como bien afirmara Juan Pablo II,  debemos atender al problema en nuestra “casa”.  Asi como Jesucristo  dijera  a la laboriosa Marta  «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola” (Lucas 10:38/42) , así conviene recordar a los dirigentes y maestros argentinos prestar atención a la principal cuestión para la vida material, la tierra y su valor, a la que se tiene en total olvido. Para asegurar la libertad de trabajo, la igualdad de trato y reforzar la fraternidad social, hay que  distinguir entre el derecho de acceso a la tierra (para vivir y trabajar)  del derecho de la sociedad sobre el capital social generado por el trabajo de todos y que se expresa  en el precio de cada lote de tierra en propiedad.  Este valor de la tierra  se incrementa día a día por la creciente población y la demanda de bienes y servicios. Para un país prácticamente despoblado como el nuestro, al que con toda comodidad  podrían poblar varios cientos de millones de familias , sigue siendo principio válido “gobernar es poblar” . El examen del trato dado a la tierra y al trabajo en nuestro país dedicamos  y el que por ley debe ser dado merece otro capitulo.
Buenos Aires, Julio 3 del 2015

No hay comentarios: